ROSCO WORLD

miércoles, septiembre 27, 2006

CARLOS REGAZZONI

Saber si la locura viene necesariamente en el paquete de arte es un dilema difícil de dilucidar. Sea como fuere, el artista es un ser especial y necesita que lo traten como tal : Carlos Regazzoni es el mejor ejemplo.

Apenas bajó del avión agarró al intendente -literalmente - de taxista y Ferreira estuvo dos días dedicado casi full time a las demandas del excéntrico hombre.

Como será, que pidió conferencia de prensa en el barco hundido con salamines a las 10 de la mañana.

Lo que es basura para el ferrocarril es inspiración para Carlos Regazzoni.

Con las partes de un tren el artista esculpió un tiranosaurio que tiene como mortífera dentadura dos líneas de estacas alguna vez usadas para ajustar durmientes. Y de chatarra son las hormigas gigantes y el cocodrilo que rodean su estudio ubicado en un viejo vagón en el centro de Buenos Aires que, como no podía ser de otra forma, se levanta junto a las vías.

Su estudio es un vagón abandonado ubicado a metros de la estación de tren de Retiro, una de las más populosas de Buenos Aires, que conecta la capital con los suburbios del norte de la provincia.

¿Cómo nace el arte en galpones ferroviarios? Una anécdota del sofisticado maniobrador de metales mantiene latente la historia del lugar. “Fui al Centro Cultural Recoleta a realizar una exposición de mis pinturas y el director, por ese entonces Levinson, me dijo que yo era un problema y me echó”, cuenta Regazzoni con aire rencoroso.

Aunque su aspecto puede incomodar a más de uno…su filosofía de vida hace que su apariencia sea despreocupada, por eso la opinión externa no le causa problema alguno. Una camisa semi-abierta, sucia de soldar esculturas, rulos que parecen haberse creado luego de meter los dedos en el enchufe y un carácter fuerte y acentuado a lo italiano, crean a un personaje que se fue fortaleciendo entre grúas y soldadoras, tuercas y caños, chapas y tornillos.

“Entonces cargué mis pinturas en un camión -sigue contando el artista- y me dirigí directamente hasta el Riachuelo, donde pensaba tirar todas mis obras”.

Pero al pasar por los galpones de Retiro, conoció a Néstor Rubiolo -jefe de los mismos- y le comentó que necesitaba dejar todos sus trabajos en algún lugar. Desde ese momento en adelante, Regazzoni le dejaría su vida en sus propias manos, según definió a su arte.

Rubiolo, entonces, le prestó un galpón desocupado por un par de meses. Sus obras se fueron acomodando en el galpón salvándose de conocer el fondo del río.

Más de 5 mil obras se cotizan hoy internacionalmente. Su segundo país es Francia. Viajó por primera vez en 1992 de la mano del videasta francés Franck Joseph, quien presentó un video documental de su obra en Argentina y obtuvo el primer premio en el 4° Festival Internacional del Film Ferroviario de Vendome.

A partir de ese momento, Regazzoni sostuvo una relación cultural paralela con su país natal y Francia, donde le abrieron las puertas para exponer sus obras brindándole un lugar de trabajo similar al de Argentina.

Hace alrededor de ocho años que están instaladas cuatro esculturas ferroviarias sobre la Avenida Del Libertador (esquina Suipacha) por la Municipalidad de Buenos Aires. En el Aeropuerto Internacional Ezeiza, sus murales. Los “petrosaurios” en Neuquén y el “bridasaurio” en Santa Cruz.

El artista de 61 años trabaja en su mayor obra: un toro con cuernos forjados con viejos tubos de metal. Pero el material parece estar dispuesto a resistir los golpes y Regazzoni no puede evitar maldecir por lo bajo mientras martilla.

En el estudio también hay una iguana, cuya piel fue fabricada con pedazos de cadenas, y otras rarezas entre ellas la escultura de la Virgen de Luján, patrona de Argentina elaboradas con restos de cajas registradoras y máquinas de escribir.

"Como yo en el fondo soy un mecánico, un herrero, fue fácil comenzar con la escultura. Porque la escultura hecha con chatarra y con materiales nobles como los de la época de la Revolución Industrial exige una predisposición de mecánico", dice Regazzoni, que en sus primeros años como artista se dedicó a la pintura.

Durante la revolución industrial, los británicos construyeron en Argentina una enorme red ferroviaria para conectar los puertos con los centros de producción. Eran épocas de bonanza económica, cuando el país se ubicaba entre las diez naciones más ricas del mundo.

Riqueza que se agotó finalmente a inicios de 2002, cuando la pobreza alcanzó al 40% de los 36 millones de habitantes y las viejas líneas férreas se convirtieron en virtual chatarra ambulante.

Eso suministró abundante materia prima a Regazzoni, quien declara que el arte no tiene ningún fin práctico más que dotar al hombre del sentido de la estética.

"El arte no es utilitario. No puedo beber un cuadro, acostarme arriba de un cuadro, taparme con él. No es como un plato, un coche, como un objeto utilitario. Sí sirve para que los hombres presientan el sentido de la belleza", dice.

"No cobrar un puto peso por lo que uno hace es una injusticia, porque en el mundo mercantilista todos cobran, y los únicos idiotas que no pueden cobrar son los artistas, que en la Argentina están desamparados y luchando contra la incomprensión de la sociedad".

Regazzoni cree que a través del arte tanto el artista como el espectador pueden añadir "algo a su vida, algo poderoso", que les permite trascender la mundanal monotonía.

Por ello algunas de sus obras son como una versión irónica de la enajenación de la gran ciudad.

Diez hormigas gigantes y perfectamente alineadas trepan un cartel publicitario ubicado junto a una autopista que, también como hormigas, miles de automovilistas recorren cada día para ir de su casa al trabajo y de regreso a su hogar, sin tiempo para detenerse a mirar el cielo.

En medio de ese paisaje urbano Regazzoni ha construido su estudio, más parecido a una granja que un atelier.Cerca del viejo vagón que funciona como su hogar cría gallinas que le proveen huevos frescos, cocina platos simples en una vieja estufa de hierro forjado y hornea pan en un horno de barro.

Regazzoni divide su tiempo y sus obras entre Argentina y otro taller cercano a una estación de tren de París.

El "artiste sculpteur", como lo describe su tarjeta de presentación en francés, ha exhibido su trabajo en lugares tan lejanos como Japón y se ha vuelto el favorito de coleccionistas y estrellas. El actor Antonio Banderas, por ejemplo, tiene varias de sus obras decorando sus mansiones de Estados Unidos y España.

De vez en cuando realiza presentaciones públicas, en la Patagonia, donde vivió durante su juventud, una colección de sus dinosaurios de chatarra, llamados "Los Petrosaurios", se levantan sobre el páramo.

Pese a su actitud ermitaña Regazzoni asegura que no es un artista solitario.

Dice que le gusta que la gente se arremoline a su alrededor, como el asistente que toma fotografías a sus obras y las digitaliza en una computadora, el ayudante que le acerca la chatarra en una carretilla, los estudiantes de arte que llegan a él para aprender a esculpir o los visitantes cautivados por el espíritu de sus creaciones.

"Hay muchos artistas que dicen que necesitan recluirse para crear. Yo también lo decía hace algunos años y después me di cuenta que era una mentira. Una vez un borracho me dijo 'Yo a este cuadro lo puedo mejorar'. Le di unos pinceles ¡y lo mejoró de verdad!", agrega, mientras sale apresurado de su estudio dejando a los visitantes en compañía de sus temibles criaturas.

"Este es un pueblo que no tiene industrias y seamos realistas, acá no para nadie. Tiene unas playas de la gran puta, pero yo las veo vacías. No hay turismo, pasan de un lado para otro, pero acá no para nadie. Y bueno, esta es una oportunidad para que exista en el mapa. ¿Por qué no discutimos cómo hacemos para que exista a partir del arte? Lo cual es maravilloso, porque el arte tiene una dimensión poderosa. En Francia el 40 por ciento del producto bruto va a la educación ¿es porque los franceses son idiotas?".

lunes, septiembre 25, 2006

FERNANDO PEÑA

Fernando Gabriel Peña nació el 31 de Enero de 1963 en Montevideo, Uruguay. De muy chico vino a vivir a Buenos Aires.

Hijo de una familia acomodada, su padre, El periodista Pepe Peña fue un hombre polémico, que discutía de fútbol.

Con Panzeri y Pedernera integró el trío radial "de las tres P", Fútbol al Centímetro, unos adelantados al inicio de los 60.

Un dia Pepe Peña lo llevo a la radio, Mientras Peña padre hablaba, al pequeño Fernando le dieron ganas de ir al baño.

Cuando no aguantó más aprovechó una pausa de su padre... y -al aire- le dijo: “papá, me meo”. Todos rieron.Como un anticipo de su marca registrada, el destino de Fernando Peña adelantaba dos caminos: el del humor y el de la radio.

Es el personaje de moda. No es moda. Susana Giménez lo invitó a su programa y allí dijo aquéllo de “no soy gay, soy un puto sufrido” y la diva quedò culo al norte. Fernando Peña, desde la radio o enfrente tuyo, dice lo que se le canta. Por él o en la voz de sus personajes, con los cuáles iría perfectamente a tomar un café. “De hecho, lo hago permanentemente” .

Más allá de escándalos y sobresaltos mediáticos, (como decía Carlitos Balá) el movimiento se demuestra andando. A Peña hay que verlo. Quien quiera oír que oiga.

Estudió teatro y tuvo muchos trabajos, entre ellos, el que le permitió llegar al éxito: Comisario de a bordo en American Airlines.

Ahí lo descubre Lalo Mir, quien viajaba usualmente por esa aerolínea y escuchaba a una cubana que decía pavadas por el altavoz. Después de tanto hinchar, Lalo pudo conocer a la vieja, y vio que Milagros López, era Fernando Peña.

Lalo le ofrece llevarlo a la radio, de a poco comenzo la carrera en radio.Luego de hacer varias participaciones en radio llegó a tener sus programas propios: Graffiti, que iba de lunes a viernes de noche por Energy101. Hacía su personaje Dick Alfredo. Y La vereda Tropical... aun hoy hay gente que no sabe que esa cubana simpatica que esta en radio del Plata no es nada mas ni nada menos que Fernando Peña.

Su mayor éxito indiscutido en radio con todos sus personajes en acción : El parquímetro, que se emitia de lunes a viernes de 10 a 14 por la metro 95.1. Pero se lo censuró el CONFER por las puteadas y se lo levantaron, luego de 3 años de éxito.

En el año 2002 volvio en la Rock & Pop 95.9 con cucuruchos en la frente, de lunes a viernes de 21 a 24. El programa tenia otro estilo, El staff era el mismo, pero Fernando dijo en su programa de la rock and pop que no le agrado para nada el ciclo que allí realizo.(y lo dijo en otras palabras...) seguia siendo Peña.

En teatro: Esquizopeña lado a y b, Esquizopeña: intimidad rioplantese y duele, que fueron sus mayores éxitos. Nunca había localidades para esas obras porque se agotaban enseguida. También hizo My name is albert with an A, una obra en inglés, en donde interpretaba a un asesino serial.

Luego realizo “el niño muerto” en el paseo la plaza, una obra autobiográfica, en la que no estában los personajes,(aunque tenian una pequeña participación), era muy emotiva y muy fuerte.Una de sus funciones fue realizada a total beneficio de la Fundacion Huesped, para ayudar a chicos con HIV.

Hizo público que tenía HIV. Estuvo a punto de morir. Tuvo un linfoma en el riñón y se sometió a quimioterapia. Ni el HIV ni el Cancer pudieron detenerlo... SU OBRA MUGRE... Gano el premio "ESTRELLA DE MAR" que se entregò en Mar del Plata el corriente año... mejor Unipersonal... produce sus propios espectaculos con su productora.

Sus personajes siguen mas vivos que nunca, Milagros nos sigue alegrando... y acaso Fernando Peña sigue causando polemicas. pocas veces se ha visto a un actor interpretar tantos personajes en escena, y pocas veces se ha visto a un hombre más desnudo, más expuesto, más en carne viva, esperando, en la mirada de los otros, la confirmación de que está vivo pero no solo para polemizar... como el dijo "solo creo en la sucesion de las cosas" el dia que Peña baje el telon ... ocurrira lo inevitable.

Aplaudiremos de pie, para luego no olvidarnos, pero mientras tanto A Peña hay que verlo.Quien quiera oír que oiga.“Me divierto haciendo lo que me gusta. No es un trabajo. Es mi vocación"

El lunes 2 de octubre aterriza con "Isla Flotante", por canal 7 a las 23 hrs.

¿Quién debería abstenerse de ir a verte al teatro?

Nadie.

¿Qué cosas te asustan del público?

Que vayan cerrados me asusta muchísimo. Tanto los que van predispuestos a pasarla bien o mal me asustan de la misma forma.

La gente tiene que ir neutra y vacía, y que esté atenta de entrada porque mis obras comienzan en la antesala. Además, quiero dejar en claro de que yo estoy bastante lejos de lo que son Gasalla, Pinti y Perciavale. Además mis obras duran mucho tiempo o muy poco, depende de lo que me pase con el público.

En la relación con la TV, ¿no te expusiste demasiado?

Sí, me encanta, y me parece poco todavía. El artista debe estar expuesto.

¿Aunque sea en los programas de chismes?

El artista debe estar expuesto, y nunca es suficiente.

¿Es cierto que vos querías ser piloto de avión?

Todo es cierto, yo quiero ser todo y seguramente por eso soy actor. Aún ahora quiero ser piloto de avión...

¿Y?

Para el orto porque nunca estudié... en realidad nunca me gustó estudiar.

¿Los años 80 fueron especiales para vos? Por los descubrimientos, las experiencias, mucho tiempo en Nueva York, los nuevos amigos, el sexo, las drogas...

Eran épocas de adolescencia. Me faltaba todo y me llené de todo. Es así, cuando se tiene esa edad y uno está vacío agarra todo lo que hay alrededor, y es lo que yo recomiendo a todo el mundo. A partir de ahí uno puede discernir. Pero primero hay que agarrar todo lo que hay alrededor, ya sea drogas o una flor, porque si no uno después se vuelve grande y boludo, y terminás descartando cosas que no conocés.

¿Y vos qué descartaste?

La estupidez.

En las entrevistas todos te preguntan por qué te gusta jugar con la muerte y a vos te gusta hablar del tema.

A veces da la sensación de qué tenés un poco de miedo a morirte.

Miedo no es la palabra que yo usaría. Es vértigo. Unas cosquillas parecidas a cuando estoy por subir a la montaña rusa. El quiero y no quiero, eso es lo que me pasa. Me parece indispensable tener la muerte cerca para valorar la vida, por eso la pongo mucho en mis obras. Es la fecha de vencimiento implícita que todos tenemos. Es lo que pasa con los yogures, si te olvidás la fecha de vencimiento se te pudre en la heladera.

¿Leíste lo que pasó en una escuela de Carmen de Patagones, donde un chico de 15 años mató a tres compañeros?

Es un final esperado mundialmente. Es obvio, si la gente se olvida de hablar de la muerte pasan estas cosas. Porque de "eso no se habla", porque los padres generalmente son unos cretinos, pacatos... "no nombres a la parca", dicen los pelotudos, y entonces pasa esto de que viene un pibe de 15 que, como un artista parece ser diferente a los demás, y mata a todo el mundo, Además a veces pasa esto porque se está impregnado de una cultura norteamericana donde todos juegan con las balas en lugar de tener una idea cultural romántica de la muerte.

Se empapan de esa cotidianidad pop y entonces van y ¡pop pop corn! matan a la gente. En las familias argentinas no se hablan las cosas ni le dan valor a la vida, porque no mencionamos la muerte.

¿De chico te sentías diferente o te lo hacían sentir?

¡Ehhh! Sí, obvio. Tal cual me hacés sentir vos en este momento.

¿Cómo?

Sí, los periodistas son gente muy curiosa.

¿Qué es para vos lo más cercano a la felicidad?

Me parece que el hombre no es feliz cuando se olvida de la letra "Y".

Me parece que el hombre no es feliz cuando se olvida de la letra "Y".

Y... no puedo explicar más, porque va a ser el tema de mi próxima obra y no quiero que me roben la idea. Vos preguntás y yo respondo : el hombre deja de ser feliz cuando se olvida de la "Y" y se acuerda de la vocal "O". Está clarísimo. Uno no puede ser infiel o casado... podés ser infiel y casado y ahí para mí está la felicidad.

Está claro.

Okey.

Estrenás casa …

Sí, me mudé hace más de una semana, porque en la otra ya había cumplido un ciclo.

Pero seguís manteniendo un enorme portón que divide tu mundo de el de los demás.

Sí, porque más allá de que me preste a hablar sobre mi vida, la gente siempre trata de saber el doble y curiosear…

Es tonta, no es civilizada. Desde que me mudé, cuando salgo a pasear a las perras se asoman setenta cabezas para mirarme,

y eso me aburre.

¿Qué más te aburre?

Absolutamente todo. Mi vida, mis obras… pero gracias a ese aburrimiento gano plata y vivo. Porque la rutina me canta, y me lleva a crear y escribir cosas nuevas para luego mostrarlas en el escenario.

¿Se puede luchar contra eso?

No, ya no lucho más. Renegar de la naturaleza es uno de los pecados más grandes.

Entonces, ¿qué me podés decir de tus personajes?

Que también me cansé de ellos, pero creo que funcionan muy bien en la televisión, se ven más livianos, más caricaturescos.

Por eso tengo pensado dejarlos un poco de lado en el teatro, o por lo menos dejar el discurso lógico del personaje. El caballito de batalla de Gasalla, que siempre dice lo mismo. Quiero meterme en otras zonas.

En la televisión, por ejemplo…

Es una posibilidad, lo que pasa es que cuando comienzo a detectar que la gente que me contrataría me tiene miedo, salgo corriendo. Ya no me seduce nada más, me cancela completamente.

Hoy hay dos o tres productoras que están dando vueltas para ver si tengo mi propio programa diario a la noche para competir con Gerardo Rozín, y a mí me dan muchas ganas, pero cuando comienzan las interminables preguntas, ya no me gusta. Nunca modificaría nada de mí para que ellos se sientan cómodos, traicionarme sería lo último que haría antes de morirme.

¿Alguien no te tiene miedo?

La gente de MTV. El mes que viene comienzo unos cortos de 45 segundos que van a servir para que la sociedad tome conciencia de un montón de cosas. Van a estar escritos por mí, con una estética más glamorosa y, en lo posible, mudos.

En este momento de tanta cháchara me parece que cabe más, penetra más. En una época de tanto ruido, con tanta palabra, hace falta un poco de silencio o pocas palabras.

¿Ves televisión?

Todo el tiempo. Lo que más me gusta es Utilísima, Retro y Volver… Detesto los programas que son considerados buenos para el periodismo de espectáculos.

Siempre en contra…

No, no es en contra. Tengo humor y me aburren las cosas serias y pretenciosas. En cambio, me divierte mucho el error, la metida de pata. Las cosas prolijas y hechas no van conmigo. Me fascina la mala iluminación, el tropezón me divierte. Me parece que está lleno de vida y arte.

¿Cómo lo viste a Maradona antes de irse a Cuba?

Muy mal. Sigo sosteniendo que es un negro ignorante, por eso la droga le pegó como le pegó, y a otras personas le pega de otra manera. No se puede meter a todo el mundo en la misma bolsa, las experiencias son distintas. Pero basta, es un tema del que no me quiero explayar más porque no me entienden y después hablan boludeces.

¿Querés hablar de tu público, por ejemplo?

Cuando no estoy arriba del escenario me molesta muchísimo que me estén encima. Detesto a mis fans, que me pidan autógrafos… Me irritan bastante los adolescentes. Todas las cosas inconclusas me ponen mal, y la edad del pavo no la soporto.

Creo que el 99 por ciento de la gente es ignorante, y yo soy un enviado que estoy acá para hacerlos aprender un poco.

Mi misión es desasnarlos y hacerlos más sensibles. Pero las personas no valoran eso, se quedaron en la cocaína, la puteada, el sexo… Yo estoy tratando de hacer algo más profundo, quiero que la gente que me viene a ver al teatro lo haga porque realmente me entiende.

¿Y eso pasa?

No. Nadie me entiende…

Es una frustración…

Del alguna manera, sí. Me da bronca por la mete tan cerrada que tiene la gente. Me parece que conmigo hay una gran confusión. Por eso me siento muy identificado con Piazzolla, con esas personas que trataron de decir algo y siempre fueron mal entendidos, bastardeados.

En este país estoy muy desaprovechado, me gustaría que la gente deje de ver la cocaína, la marihuana, la homosexualidad… y se de cuenta de qué es lo que quiero decir. Quiero que mi público piense y utilice el cerebro.

¿Qué hacés con la plata que ganás?

La gasto, de hecho nunca tengo dinero encima y siempre estoy pidiendo. Todo el tiempo me endeudo. En este momento,

por ejemplo, debo quince mil pesos que tengo que pagar en dos semanas, y el tema me tiene bastante preocupado.

¿En qué la gastás?

En cualquier cosa. Voy por la calle, me gusta algo y lo compro. Colecciono vidrios, copas, miniaturas… Quizá me gasto en una semana dos mil pesos en cristales, ¡una locura! Pero bueno, soy así.

Fernando, ¿es cierto que tuviste un hijo hace algunos años?

Una vez se lo conté a una periodista como anécdota, pero no tengo ni idea si realmente existe. Cuando yo estaba en mi peor

época con las drogas, en los Estados Unidos, me acosté con una chica y quedó embarazada. No sé lo que pasó después porque la separaron de mí.

¿Te gustaría ser padre?

No. Detesto a los hijos, los odio, me parecen una carga. No me interesa averiguar si existe mi hijo.

¿Creés en la familia?

No, me parece un error. Es una atomización que no funciona, y creo que dentro de muchísimos años el ser humano se va a dar cuenta de que no es algo sano.

Te mirás al espejo, ¿qué ves?

Una persona alegre, feliz, que no se traicionó nunca, que no se faltó el respeto y que no duerme angustiado… Se me puede caer el techo de casa, que me voy a morir con el pensamiento de saber que siempre hice lo que quise.

martes, septiembre 12, 2006


CONTRA LAS CUERDAS :

VIEJOS CHOTOS (TreinTown)

“¿Vos vas a pagar 80 pesos para ver al muerto de Cerati?”, me preguntaba un amigo hace poco más de un mes, cuando Cerati presentó “Ahí vamos” en el teatro El Círculo de Rosario. “Y sí, ¿qué querés que haga?”, le dije. “¿Qué voy a esperar, que venga Melero? Además acordate que yo lo voy a ver a Coleman, que hace una bocha que no lo escucho en vivo, y no a Cerati.

Y pagar 80 pesos tampoco me parece tan dramático. De todos los viejos chotos del rock nacional Cerati es el único que va a venir con un show, con una gran banda, con buen sonido. No va a venir a hacer un ensayo de una hora y media como otros ladris.

Y además va a cantar, es uno de los pocos tipos que realmente canta en vivo… bla, bla, bla”. De golpe me encontré con lo de siempre, y peor: tener que “justificar” a Cerati, como si el tipo fuese el invento de un reality show con dos meses de carrera, o como si yo fuese una fan que atesora todos sus discos… Justamente yo, que en los 80 se me revolvía el estómago con la sola mención de Soda Stereo, que me cansé de burlarme de sus poses en las fotos y las sandeces que dice en los reportajes, que me revolqué de la risa con los chistes que circulan sobre sus choreos musicales, sus comparaciones pretenciosas, su entorno de lookeadores y eventos sociales…

Pero hace un tiempo algo me empezó a molestar, me empezó a hacer ruido, definitivamente me irritó que unos stencils taparan el bosque. Me refiero a lo de “Papadas totales” y “Viejo choto”. Y no es tanto por lo que connotan (que es pesado y mucho), sino porque me parecen el síntoma más visible de un ninguneo banal y prejuicioso (de parte de colegas y afines), del reduccionismo barato de una crítica que podría tener sustento y, sobre todo, de la imposibilidad de hablar de Cerati desde otros lugares que no sean ese dardo envenenado, irónico, aparentemente indiferente, o desde la típica aprobación contemplativa.

A veces Cerati se merece lo de “viejo choto”, me digo. No me puedo olvidar de unas fotos de prensa de hace un par de años, tan recargadas de photoshop que el tipo parecía un pendejo de 15. Penoso. También es imposible obviar que Cerati no se priva ni de uno de los aspectos más patéticos del cuarentown : buscando la juventud en sus novias veinteañeras, tratando de dejar (tarde) de fumar, de comer con menos sal, de chupar menos (y escondiendo esto a sus amigos, por supuesto), conectándose con toda la tecnología que se pueda comprar, la música nueva que se pueda bajar, y apurándose a aprovechar el tiempo antes de que sus jovencísimas novias se conviertan en enfermeras de sus achaques y en sirvientas desocupadas de sus confortables casas.

Y eso por no ir al grano y hablar de “Ahí vamos”, que es un disco viejo de cabo a rabo, a pesar de tener esas tres o cuatro canciones fabulosas que se reservan todos los discos solistas de Cerati, más allá de que la mayoría de mis amigos y colegas se empeñen siempre en buscar canciones fabulosas en “otro lado”.

El asunto es que no podés a esta altura hacer un temaque parece sacado del “Synchronicity” de The Police, como si antes no lo hubieses podido copiar pero ahora sí… Eso sí, amigos del stencil, es una auténtica vejetada.

¿Qué hago yo bailando en este recital?, me preguntaba en El Círculo. Si ni siquiera lo vine a ver a Cerati… Y siempre fue así…

La primera vez que vi a Soda Stereo, en la parte descubierta de Obras, había ido por Carlos Alomar. La segunda, en la presentación de “Dynamo”, fui arrastrada por unos amigos que tenía por entonces. Las presentaciones en vivo de “Bocanada” y “Siempre es hoy” las cubrí como periodista, y la verdad es que fue una buena excusa.

¿Por qué funciona tan bien un show basado en un disco mediocrón? ¿Por qué alguna gente que no es precisamente fan de Cerati y nunca va a serlo salió como loca del teatro? En los días que siguieron, sinceramente, me hincharon las pelotas. No hablaban de otra cosa. Las giras de “shows nacionales” generalmente son rutina. Hacía mucho tiempo que no sentía que un recital tuviese tanto eco.

Me venían a preguntar mi opinión como si gran cosa, y yo la atajaba con la sanata de que no había ido a ver precisamente a Cerati… Qué mal, qué mezquina que soy. Al final soy como los demás, soy una ninguneadora. ¿Cuántas veces lo negué a Cerati? Ya van como cinco recitales…

Lo concreto es que si Coleman está sobre ese escenario es por Cerati. Cerati armó esa banda. Los temas que están tocando son de Cerati. ¿Y Soda Stereo? Soda Stereo como banda nunca existió. ¿Qué hicieron Alberti y Bosio después de Soda? Es evidente que ni siquiera les interesaba la música… La única “intervención” que yo aceptaría en las canciones de Cerati es la de Melero.

Cerati compuso, interpretó, sostuvo y exportó solo ese modelo de no-power-trio que era Soda Stereo. Convirtió este pequeño grupo en una marca, se dio el lujo de no repetirlo, de metamorfosearlo a su antojo, más allá de las crisis de este país y los despelotes del mercado discográfico.

Cerati debe ser lo menos original que existe musicalmente en este planeta, pero sabe dónde ir a copiar, cómo mezclarlo y cómo condensarlo en canciones de tres, cuatro minutos. Se puede parar delante de una guitarra o de una computadora, es lo mismo, porque sabe lo que quiere hacer. Para Cerati, componer es una cuestión de estética. Sus técnicas de copy & paste se perfeccionaron con un laburo de hormiga.

No le molesta trabajar con gente más creativa o más arriesgada que él. Nadie podría decir que no es generoso, o que busque opacar a los demás en un escenario.Y tiene un timing envidiable para armar y desarmar equipos.

Sobre Cerati como letrista… Bueno, yo respeto a toda esa gente que sostiene que esas dos palabras (Cerati-letrista) son incompatibles. Pero no estoy de acuerdo. Muchas letras de Cerati son tan precisas en la descripción de situaciones que hasta llegan a contar una historia.

Esa claridad le da una fuerza expresiva que otros músicos presuntamente más “emocionales”, o con más inclinaciones “literarias”, no logran ni a palos. Pienso ahora en las letras de “Tu medicina”, “Fue”, “Té para tres”, “Ameba”, “Toma la ruta”, “En la ciudad de la furia”, “Puente”, “Un millón de años luz”, “Crimen”, “No te creo”, “Paseo inmoral”, pero hay muchas más.

Pienso en “Av. Alcorta” como en una de las canciones porteñas más hermosas que escuché, casi como en un tango.Las letras de Cerati son también puramente sensitivas y musicales, no sirven en un pedazo de papel (aunque yo suelo citarlas bastante), y esto fue terriblemente liberador con respecto a esa pesada tradición entre poética, metafórica y críptica que venía de los años setenta.

Tal vez Cerati haya nacido viejo. Nunca entendí muy bien qué significaban esos hits de Soda Stereo en aquellos cumpleaños de 15, entre tanta hormona adolescente. Los temas de Cerati siempre estuvieron atravesados por una sexualidad adulta, masticada, para nada candorosa ni arrebatada. “Si algo cedes, calmaré tu histeria / Con los dientes rasgaré tus medias…”.

No creo que los niñatos de mediados de los 80 hayan pescado ni un ápice de esas líneas, chupándose el dedo en la puerta de los salones de fiestas, emborrachándose con apenas un vaso de cerveza y prendiendo velitas y leyendo los mejores deseos para la quinceañera, enfundadas en esos vestidos de conductora de canal de cable de más de 50. Qué horrible que era ese circo, por Dios.

Tan horrible que uno deseaba en cambio que su vida fuera algo así como las películas de John Hughes, que también eran un bochorno, pero de última eran películas.

Yo habré ido a dos o tres de esas fiestas, después me empecé a borrar con cualquier excusa. Y muy a mi pesar, de aquellos cumpleaños, sólo tengo algo parecido a buen recuerdo. Ahora se siente como si fuera un sueño: iba caminando entre la gente, entre la oscuridad y esos juegos de luces, y sonaba “Signos” a todo volumen. “Signos, mi parte insegura, bajo una luna hostil…”.

Y yo pensé: “Ojalá me quedara sola con esta canción, con esta letra que no puedo entender, y que toda esta gente desapareciera. Ojalá me quedara con la voz de este tipo, que tiene una linda voz, total nunca le voy a comprar un disco, ni lo voy a ver en vivo, y en un par de años nadie se va a acordar de él, ni de todos estos grupitos de moda. Ojalá la fiesta fuera esta canción y no toda la boludez que la rodea”.

En la película del rock argento Cerati tiene un récord de escenas bochornosas: descorchando champán en la despedida de Soda en River, como si estuviese en un podio de Fórmula Uno, en fotos de fiestas mediáticas, en MTVs latinos, en los primeros videos de Soda… Cerati sí que no le tiene miedo al ridículo, ni a los sombreros, ni a la peluquería… Pero el momento para el Oscar debe ser cuando apareció disfrazado de Principito, con la Sinfónica Nacional en el teatro Colón, en el 2001, justo antes de que el país se viniera abajo. Ahora, en un programa de MuchMusic, Cerati habla de “guiños a lo Burton” mientras pasan imágenes de ese “concierto”.

“¡¡Guiños a lo Burton!!”. Por Dios, no se puede ser taaan pretencioso. Pero Cerati es así. Es capaz de encontrar más referencias que notas en una canción.

Cuando los demás le analizaron 800 choreos, él está preparado para hablar de 3.000. “¿Y tus colegas que opinaron de eso?”, le pregunta la conductora del programa…por lo de los “11 episodios sinfónicos”… “Bueno, eso no tiene mucha importancia”, dice Cerati, haciéndose el sota y con cara de me duele la panza.

¿Qué va a decir Cerati? ¿Qué todos los “colegas” opinaron MAL? ¿Qué haga lo que haga no importa porque está mal, siempre está mal para los demás? Todo está mal : el disco de canciones, el fantasma de Soda Stereo, el proyecto electrónico, la foto para la revista, la colaboración con Shakira, la participación del niño prodigio Benito, el ex noviazgo con Débora de Corral… ¿Qué va a decir Cerati?

¿Que son todos unos forros y que se vayan a la mierda total él se sigue embolsando la plata? ¿Que sus colegas le chupan un huevo mientras la gente lo vaya a ver? ¿Qué va a decir Cerati de los bichos que él alimentó y que ahora lo ignoran olímpicamente hasta en las entrevistas de una FM? ¿Qué va a decir de Dárgelos, por ejemplo, que se llena la boca hablando de lo visionario que fue Melero con respecto a Babasónicos y a Cerati no le da el menor crédito?

Dicen las malas lenguas (y en el caso de Dárgelos prefiero creerle a las malas lenguas) que este ensayo de cantante y símbolo sexual dijo hace un par de años en una reunión : “Más vale un Melero en mano que cien Ceratis volando”. Lástima que vos, Dárgelos, lo único que aprendiste de Melero es el chamuyo, que te lo vas a tener que meter en el tuje cuando ya no te regalen más títulos, y que con ese chamuyo no vas a influenciar a nadie, más que a un par de mentirosos que van a ir a pedir críticas de favor a alguna revista.

Vos no sos capaz de envejecer ni de agradecer, y aunque hiciste discos brillantes (“Miami” es un disco brillante, “Jessico” también) el pelo se te va a caer, los cachetes esos se te van a caer, el opio de Once te va a quemar la hipófisis y en el camino vas a pisar el palito mil trescientas veces. Yo quiero ver cuando se te terminen esos titulitos “transgresores” si tus shows van a sonar como los de Cerati, si tu voz se va a sentir así en un teatro. Y no lo quiero ver como una venganza, para nada, lo quiero ver como un deseo. Un buen deseo.

En el otro extremo está Leo García… Leo García que en un video que anda dando vueltas canta y se abraza chocho con Cerati. No, Leo, vos no entendiste nada. No entendiste que la cosa va de careteada. No entendiste que tenías que escribir letras adolescentes aunque fueras un viejo choto, no entendiste que podías ser gay y además tener una linda novia para la platea, no entendiste que no tenías que invitar a Cerati a tu último video, porque con nombrar a Melero y un par más en dos o tres entrevistas estratégicas ya alcanzaba… Y no digas bueno, yo a Gustavo lo admiro o a Gustavo le debo mucho, porque el afecto no tiene absolutamente ningún valor en este ambiente falso y mezquino, y porque no son pocos los que le deben mucho a Cerati, pero la corriente es hacerse el pelotudo.

El Treintown, el que estaba en el recital de Cerati, es una generación perdida, tibia, acomodaticia, arrastrada. Yo puedo presumir haber vivido varias décadas en una, como todos los periodistas de rock, con esa visión histórica tan cargosa y obsesiva que llevamos en la mochila.

En un recital así, por ejemplo, nos sentimos muy por encima de la media, con más información y poder de análisis y (encima) la capacidad de experimentar la cosa que no tendría jamás un forro superado y distante.

Pero yo tengo 35, estoy en el corazón del Treintown, y no lo puedo esquivar aunque me repugne. No lo puedo esquivar aunque baile como si tuviera 21, con el mismo treintown mirando asustado de reojo (éramos tres o cuatro tarados los que bailamos así en el recital y después me enteré de que nos estaba mirando todo el teatro, un bochorno…).

Al thirtytown lo agarró el menemismo cuando recién empezaba a trabajar y lo fulminó con sus 700 horas diarias de laburo, sus sueldos que alcanzaban para viajar al exterior y comprar discos importados y autos en cuotas. Lo reventó con su ilusión de vivir en un país estable, donde el peso nacional tenía el mismo valor que el dólar y era posible ahorrar.

Lo liquidó con su ecuación esfuerzo-ganancia-consumo. Al que eligió una carrera universitaria también lo sonó: cuando terminó de estudiar se encontró con que ese sistema de cartón había colapsado, que su título no servía para nada, y que con mucha suerte alguien le iba a hacer un contacto para rajar a España.

En su delirio consumista y workaholic, el Treintown es la generación que quería hacer dos programas de televisión, tres programas de radio y escribir en una revista. Es la generación que pretendía estudiar la carrera universitaria de mamá y papá, tocar en una banda de rock, escribir canciones, consumir drogas con cuidado e información pero tomar alcohol hasta vomitar el hígado.

Es la generación que se comió el sapo de lo alternativo y la consigna de no “transar con el sistema” mientras se empachaba de publicidad y de la compra-venta más compulsiva del siglo (pasado). Es una generación que nació estresada, acomplejada, encorvada, “despreocupadamente” sufriente. Y eso no da, no daba, nunca dio.

El Treintown trabajó tan a lo bestia en los 90 que antes de cumplir los mismísimos 30 ya quería jubilarse. ¡Queríamos jubilarnos a los 32! Tanto nos hablaron de las AFJP que en nuestras fantasías existía un plan especial para jubilarse a los 32 y dedicarse a leer los libros que no habíamos leído durante 10 años, ver las películas que nos habían recomendado y practicar esos deportes exóticos que solamente veíamos por televisión.

Pero el “retiro” imaginario no llegó nunca y el trabajo sólo trajo más trabajo y menos plata. Supongo que ahora, aggiornado, el thirtytown debe ser la generación que quiere tener tres blogs (y todos “actualizados”); un laburo estable para pagar el alquiler y la banda ancha, una pareja estable para… para que ayude a pagar el alquiler y la banda ancha; un par de hijos, sobrinos o mascotas; un lindo lugar para descansar (“porque trabajamos mucho y nos lo merecemos”) y, si es posible, un grupo de amigos compinches para no andar solo por ahí a la noche, o para ir acompañado a esos recitales llenos de adolescentes y veinteañeros amargos en sucuchos incómodos, con horarios chinos, baños sucios, tragos berretas y encima caros.

Hace unas semanas, cuando volvía del supermercado, me crucé con un grupo de adolecentoides que decían: “No, no vayas a tal lugar que se llena de viejos de 30”. La indignación me quemó la cabeza, cuando solamente me faltaban unos días para cumplir los 35. Tenía ganas de darme vuelta y mandarles: “Pendejos de mierda. Ignorantes. Cabezas de pene. Ni saben ubicar los continentes en el mapa. ¿Saben que hubo una Revolución Francesa y después otras revoluciones? ¿Escucharon a los Sex Pistols, a Joy Division, ustedes, idiotas? ¿Saben que levantaron un Muro de Berlín y después lo tiraron abajo? ¿Saben lo de los 30 mil desaparecidos? Con mucha suerte, a ustedes los habrá desvirgado una chabona borracha después de un recital de La Renga.

Pero con muuucha suerte. Capaz también que abrieron un blog para hablar maravillas del grupo más viejo que conocen… ¡Oasis! (si me dicen Miranda! me corto un huevo ahí nomás). Manga de inválidos mentales de la generación del chat, no pueden hablar, no pueden hilvanar una simple oración, sólo mandan mensajitos por celular. A los 17 ya tienen la mentalidad de un viejo verde que chatea. No pueden hacer nada face to face, los pendejos de mierda estos….”.

Cuando llegué a mi casa me di cuenta de que estaba elucubrando como un predicador norteamericano en los 50, cuando los adolescentes empezaron a bailar esa música de negros, esa música del diablo, “estos pobres chicos que no entienden nada…” Siempre me pasa eso. El Treintown es así. Medio facho y culposo. Yo convivo con el síndrome de Dylan que todavía me tritura el oído con eso de “vengan padres y madres, y no critiquen lo que no pueden entender”. Y lo odio. Lo odio pero no puedo curarme.

Cerati fue la bisagra de elección del Treintown rockero, que ha elegido seguramente sin darse cuenta, aunque nunca hayan guitoneado ese cantito repugnante de “Cerati se la come, el Indio se la da” o “Luca no se murió, que se muera Cerati la puta que lo parió”. Yo quería que me tragara la tierra cuando pasaba eso en algunos recitales.

Me daba vergüenza de los demás, de mí misma, de los que estaban en el escenario. No hay ningún nombre en el rock nacional que represente tan categóricamente una elección como el de Cerati. Por lo que deduzco, así nomás, y por esta única razón, que Cerati es el tipo con más personalidad del rock nacional. Es el copión más personal de su historia.

No creo haber sido la única que huyó de las huestes ricoteras (antes incluso de que existieran como tales) cuando, como dice un amigo, nos empezaron a invadir los fierita (y nos invadieron), o más específicamente en el 91, cuando el ambiente se enrareció con la muerte de Bulacio y el grupo (Solari en particular) tuvo unas actitudes repulsivas, y que con el tiempo se acentuaron, se hicieron cuasi patológicas.

Fue justamente un año después que aparecieron “Dynamo” y “Colores Santos”, y yo me acerqué a Cerati con mil reservas, mirando de reojo y con la nariz tapada, a través de terceros que me llevaron de prepo a ver la presentación de “Dynamo” a Obras, y yo lo disfracé de excusa de que sentía curiosidad por la movida del Nuevo Rock Argentino. Mentira… La verdad es que salí de ahí tarareando “Toma la ruta”, “Ameba”, “Camaleón”, “Fue”…. y antes o después, no recuerdo, me había enamorado de temas como

“Tu medicina”, “Colores santos”, “Hoy ya no soy yo.”

La verdad es que salí de Obras empezando a reconocer que yo jugaba en ese equipo, en el de la gente que laburaba en esos discos, en las influencias que tenían, los discos que escuchaban, los pasados, las conexiones… Yo sé que si a Cerati lo invitan a un programa pedorro de la MTV seguro va a elegir un video de Bowie.

Es una boludez, pero a mí me importa. Y el otro día canté a lo perro en el recital cuando sonó un extracto de “Jean Genie”, y aparentemente era la única que se daba cuenta del tema… Estaba contenta con esa pequeña porquería, un guiño al pasado, de viejos chotos, de muchos años.

Las diferencias, mientras tanto, todavía persisten, aunque los cantitos pidiendo por la muerte de Cerati se hayan acallado (mmm, no sé) y cada uno haga tranquilo sus negocios con su propio público. A pesar de ese tono conciliador de ex estudiante de la Universidad del Salvador, se nota que hace tiempo Cerati se hinchó las bolas de tanta popular de fútbol pidiendo por su cabeza, llenando estadios y comiéndose todos los halagos y la atención.

Pero ahora, por no haber más remedio, parece que se lo toma con un poco de sentido del humor. En los recitales de “Ahí vamos” intenta imitar a sus enemigos (¿?) con un socarrón “¿Vo’ queré rock, chabón?” y arrancando con una versión “chabona” de “Prófugos”… Lo mejor es que no le salió. No me refiero a la versión de “Prófugos”, que estuvo muy buena. No le salió el “acento chabón”, que debe ser lo más fácil de imitar en el mundo… Pero NO-LE-SALIO… Y está todo dicho.

No tengo muchas memorias de Cerati, y no creo que las vaya a tener, porque nunca me marcó como otros músicos. Pero hay tres cosas que jamás voy a olvidar sobre él: una es la bronca verde que me atacó cuando se subió al escenario de Boca a tocar con Sui Generis (esa versión patética de Sui Generis).

Lo hubiese ido a bajar a trompadas. Para mí como para tanta otra gente Cerati siempre representó (representó, remarco) un corte con el régimen dinosáurico de los 70. Claro que seguramente él lo vivió de otra manera, y no tiene por qué importarle cómo carajos quieran ubicarlo en un caprichoso mapa de décadas y tendencias.

Pero desde afuera y desde lejos yo lo vi como una necesidad de legitimación de estos tipos (García & cía), una especie de complejo de hermano menor… La segunda es la única vez que hablé con Cerati por teléfono. Como no quería caer en el molde de una entrevista rutinaria o complaciente, tomé el camino contrario y salí con los tapones de punta. Mal… me fue muy mal.

Cerati estuvo enculado durante toda la charla, a pesar de la locuacidad del tipo y la elegancia. A tanto llegó el clima de mala onda que al otro día la gente de la discográfica me llamó diciendo que Cerati pedía disculpas, disculpas por no estar “predispuesto” con ciertas preguntas.

Entonces yo no sabía si sentirme mejor o peor… La tercera es un detalle. Creo que fue en el 96, en esa ridícula exposición de “30 años de rock nacional”, en la que cada grupo tenía un stand (un stand…), cuando me detuve en unas hojas rayadas de carpeta de escuela que me llamaron mucho la atención. Mientras las letras de otros músicos estaban garabateadas en servilletas o en papeles manchados y arrugados, una letra de Cerati (no recuerdo cuál) estaba prolijamente escrita, con una caligrafía preciosista, en unas hojas blancas impecables.

Tenía algunas correcciones, pero nada de tachones. Había palabras tachadas (parecía hecho con una regla, lo juro) con una microfibra roja. Y voy a repetir lo de la microfibra roja porque es exactamente lo que no me puedo olvidar.

Siempre pensé que no es casual que no recuerde cuál era aquella letra, porque nada más me quedé fascinada con la forma, que es lo que suele pasar con Cerati. Y me fui de esa feria berreta con la sensación de haber descubierto algo : Acá hay alguien diferente a los demás pensé, y eso no puede ser malo, aunque envejezca.

http://contralascuerdas.blogspot.com

martes, septiembre 05, 2006

Una de las bandas mas talentosas y turbulentas del rock actual, liderada por el genial y neurótico Anton Newcombe.

La música pop guarda una extraña relación con la enfermedad mental. Algunos de los mundos de felicidad e inocencia que compartieron generaciones fueron creados por mentes perturbadas.

El productor Phil Spector, por ejemplo, se peleaba con fantasmas que existían sólo en su cabeza, en las fronteras de la esquizofrenia, mientras creaba éxitos como "Be my baby".

Su equivalente inglés, Joe Meek, se suicidó despues de matar a su casera y conseguir algunos de los primeros grandes éxitos del pop británico. Los Beach Boys, sin ir mas lejos, deben gran parte de su mejor música al talento y a las visiones del torturado Brian Wilson, hoy celebrado como un genio.

Con la llegada del punk, la angustia tuvo otra forma de expresión, se acabaron las muecas de falsa felicidad. Hoy día, un grupo norteamericano prácticamente desconocido para el público continúa a su manera esa tradición de paraisos sonoros.

Anton Alfred Newcombe nació en 1967, en lo que se suele llamar una familia disfuncional. Su padre, un tipo bastante perturbado, desapareció de escena a las primeras de cambio. Años mas tarde admitiría haber sido un mal padre y se suicidaría el día del cumpleaños de su hijo. Su madre, ocupada en casarse y divorciarse, no tenia demasiado tiempo para atender las extravagancias de su hijo.

Un dia que la policia lo retuvo, la llamaron para que fuese a recogerlo y ella les dijo: "Ocupense ustedes de él, a mi ya no me apetece". Por aquel tiempo ya estaba claro que Anton, de 15 años, tenía ciertos trastornos de conducta. En concreto, era una persona completamente autodestructiva.

Su panorama personal no era (no es) demasiado extraño: Anton era "white trash", uno de esos jóvenes blancos desclasados, que abandonan el sistema educativo y son continuamente rechazados por el sistema laboral, sin ninguna perspectiva de futuro: carne de cañón para el ejército de los Estados Unidos o para esos trabajos basura que hacen funcionar a las multinacionales. Pero en el caso de Newcombe, estaba la pequeña diferencia de que tenía ciertas aptitudes para la música.

Pero no esa clase de música que hace que algunos jóvenes furiosos se suban a un escenario a berrear y a hacer algo de ruido con la guitarra para desahogar necesariamente su furia (Puede que haya tantas guitarras en Estados Unidos como pistolas). Anton era (es) un auténtico músico, un creador de sonidos.


En 1990 fundó Brian Jonestown Massacre. El nombre es un homenaje a Brian Jones, el primer guitarrista de los Rolling Stones, fallecido en 1969, y a la masacre de Jonestown, en la que doscientos miembros de una secta se suicidaron en un ritual colectivo, suceso que impresionó a un joven Anton.

La formación de la banda varió considerablemente en todos estos años, con mas de 50 miembros en total (El difícil carácter de Newcombe tiene bastante que ver con esto). Los más relevantes a través del tiempo serían el bajista Matt Hollywood y el percusionista y "portavoz de la revolución" Joel Gion. Después de unos años de rodaje, consiguieron cierto renombre local y en 1995 grabaron su primer disco, "Methodrone". Y era bueno.

Lo más asombroso fue que el año siguiente grabaron cuatro discos, y todos ellos fueron excelentes, incluyendo "Take It From The Man!", su obra maestra hasta la fecha. Y eran discos particularmente generosos: Cada uno tenía como diecisiete temas, y aun así parecía que a Anton y los suyos les sobraban ideas.

Pero paralelamente a este esplendor creativo, la vena autodestructiva de Anton cortaba la evolución del grupo. Inmediatamente fueron ensalzados por los críticos y se pusieron en el punto de mira de las grandes discograficas, pero cuando parecía que iban a alcanzar el éxito, Newconbe encontraba la manera de destrozarlo.

En un concierto organizado para ejecutivos de la industria musical con sus talonarios de cheques a punto, la banda tocó dos acordes y después se enzarzó en una violenta pelea, haciendo huir a los inversores.

La música de Brian Jonestown Massacre es una música atmosférica, envolvente. Anton Newcombe quiere crear un nuevo medio ambiente compuesto de sonidos. Miles de sonidos nos rodean en sus canciones: Panderetas, címbalos, violines, una armónica, un sitar, cualquier clase de instrumento, de cualquier cultura tiene cabida en este magma sonoro.

La voz es un instrumento más, sin ninguna preponderancia sobre el resto. Y en sus influencias musicales encontramos la misma exhuberancia. Generalmente ligados a la psicodelia, BJM recoge igualmente la herencia de los Rolling Stones, del country, de Bowie, pero también de las musicas tribales africanas, del folclore de la India y en general de cualquier cosa que les ayude a crear esa atmósfera musical.

Algunos dirán que son otro ejemplo de la tendencia revivalista de la música actual, pero a BJM les sobra la personalidad propia que a todas esas bandas de nueva hornada les falta.

"Disfruto creando inmersiones en medio-ambientes musicales, la suspensión de las creencias. Y soy bastante bueno en eso", me respondió Anton cuando le pregunté por qué la música era tan importante para él. El rechazo de la vida cotidiana puede dar lugar a la creación de universos de evasión, y la música pop es experta en estos temas.

En ese aspecto, Newcombe es un heredero de la tradición que comentaba al principio de este artículo. Lo que hace que la música de BJM sea tan original es que en ella la evasión nunca es completa, sus canciones están llenas de estructuras retorcidas, falsos finales, cambios de ritmo que desconciertan al oyente y ponen en cuestión las sensaciones que ayudan a crear.

Por eso, el último corte de "Thank God For Mental Illnes", su disco mas country, son simplemente treinta minutos de ruido de calle. Para recordarnos que, aunque podamos huir de ella momentáneamente (las canciones son eso, momentos), la confusión seguirá ahí.

Desde su momento mas bajo, allá por 1997, cuando fracasaron con su primer disco para una multinacional, BJM ha seguido por ahí, sacando discos igual de buenos. Anton se ha desenganchado de la heroina y han bajado la frecuencia de sus peleas en el escenario. Quizá el nacimiento de su primer hijo le hace plantearse la vida de otra manera.

En 1998 grabaron unas sesiones con el prestigioso DJ británico (recientemente fallecido) John Peel, aunque su número de seguidores no se ha elevado.

En 2003 se estrenaba un documental ("DIG!") que mostraba el lado mas histriónico de Newcombe, el de las peleas y las pataletas narcisistas, sobre todo las originadas por el triunfo de otra banda de la ciudad, los Dandy Wharhols, que hizo a Newcombe enfermar de envidia.

Ese aspecto mas morboso injustamente ha restado atención a la calidad de su música. En 2007 aparecerá su nuevo disco.

http://www.brianjonestownmassacre.com